Y cuando Arbeloa empujó el tercero a la red, estando él justo detrás con el colmillo afilado y el grito ahogado en el pecho, sacó su rabia. Pegó un pelotazo al balón, ya dentro de la red, y su cara no irradiaba felicidad por el gol del compañero. Al final del partido, fue el primero en tomar el túnel de vestuarios mientras era consolado por Coentrao.
Cristiano lleva tres partidos sin marcar y solo presenta un tanto en los últimos cinco encuentros, el que le regaló Chicharito en el descuento del choque frente al Málaga. Su grifo de goles no se ha secado, pero se ha atascado. Ante el Almería se le notó raro, ansioso incluso, lo que le valió para llevarse una reprimenda de la grada, que no entendió que se jugase él solo y con un disparo muy elevado una contra en la que Chicharito le pedía la pelota en mejor posición. El Santiago Bernabéu asistió a nueve disparos del portugués en la noche de ayer, aunque sólo uno de ellos vio portería.
Aunque el Madrid ganó con holgura, hasta el último segundo estuvo atacando, buscando el gol de Cristiano, ese que le alejase de un Messi que había marcado un doblete el día anterior ante el Getafe y que se presenta como una sombra en su espalda para quitarle el Pichichi y la Bota de Oro.
El vestuario ni se inmuta ante el malestar del crack. Todo lo contrario, le apoya y se muestra comprensivo. De ello se encargó, curiosamente, Arbeloa: "Le he visto y a mí no me molesta el gesto. Si no me molesta a mí, no le debe molestar a la gente. Esa es su ambición por hacer goles, está luchando por el Pichichi y tiene una lucha con Messi en la que le intentamos ayudar. Esa ambición le convierte en el número uno", apuntó.
Publicar un comentario